El invierno en la Cordillera
Cantábrica pone a prueba los límites de la adaptación de las especies animales. Antes de que el manto blanco de
nieve tapice las cumbres muchas aves hacen uso de su capacidad para migrar a
lugares más benignos. Unas se desplazarán largas distancias abandonando la
Península, a otras les basta con bajar al llano a esperar que vuelvan
condiciones favorables para retornar a su montaña. Solamente unas pocas se
atreven a desafiar las inclemencias de la estación fría, que conlleva una escasez
de alimento generalizada, permaneciendo fieles a los lugares donde en poco
tiempo reintentarán un año más perpetuar su existencia.
Es el
caso del Águila real que no duda en bajar de su pedestal en lo alto de la
pirámide trófica para codearse con Buitres y córvidos en el aprovechamiento de un
recurso, más que preciado en tales circunstancias, como es una carroña.
Hoy la necesidad les ha
convertido en “compañeros de pitanza”. Mañana, los cuervos volverán a increpar
a la reina donde la vean, las urracas vigilarán de reojo la formidable silueta
de su majestad en lo alto. Mientras, los buitres continuarán dando vueltas y
vueltas ….